Job 1:20-22

Es difícil de entender la situación que vivió Job. Puedes leer su historia, todo el libro de Job, como en una hora. Pero el impacto de las circunstancias que surgieron en su vida, no pueden reducirse a unos cuantos minutos de lectura casual.

Job fue un hombre atribulado. La pena de perder sus bienes materiales nos hubiera tumbado a cualquiera de nosotros. El haberse esforzado, durante toda una vida, por levantar un negocio exitoso y verlo perderse en un solo día – para muchos de nosotros – sería una carga insoportable.

La adversidad en la vida de Job es complicada de medir. Se había ocupado en darle una vida productiva y agradable a sus empleados. Los conocía a todos por nombre. Conocía a sus familias. Imagine, ¡recibir la noticia de que todos sus empleados hayan muerto en un solo día y luego tener que decírselo a sus esposas e hijos y quedarse responsable por todas esas familia! ¡Inimaginable!

Pero la tristeza más grande de la vida de Job probablemente fue la pérdida de sus hijos. Diez hijos en una sola tarde. Seguramente, algunos estaban casados. Yernos y nueras viudos y viudas. Seguramente tenían hijos propios. Nietos y nietas huérfanos y huérfanas. ¡Qué dolor tan profundo! ¡Qué desconsuelo! ¡Qué tortura para su alma!

¡Imagine los funerales! Sus empleados, sus hijos, hijas, yernos, nueras – quizás nietos y nietas! Imagine la lagrimas, el sollozar y el gemido. Simplemente indescriptible.

¿Cómo se recupera alguien de esto? ¿Cómo te levantas en la mañana con esta clase de abatimiento y desolación? Pues, después de los funerales, después que se fueran los familiares y los vecinos de haber traído el pésame, después de que terminaran las llamadas y los mensajes de consuelo y apoyo emocional, Job se quitó su traje negro, se rapó la cabeza, se vistió con unos costales y encontró un montón de tierra y se sentó a llorar.

Días y días – pasaban noches. No comía, no se bañaba. Solo lloraba. Las lagrimas salían por sí solas. Él no se controlaba. No era algo voluntario. Cerraba los ojos y veía las caras de sus hijos. Entre dormido y despierto, escuchaba sus voces: “Papá, ya llegamos.” Pero abría los ojos, y recordaba la terrible realidad – ¡están muertos!

Job no podía hacer nada. No había nada que hacer. No había remedio. No había solución. Lo que pasó, pasó. Lo que se perdió, se perdió. No se podía recuperar nada porque no había nada que recuperar. No podía buscar venganza, porque no había nadie con quien vengarse. Eran circunstancias, casualidades y coincidencias completamente fuera del control de cualquier persona. Nadie lo había provocado. No había nadie a quién echarle la culpa. No había explicación, razón ni motivo por lo que le había pasado. Era una situación completa y enteramente sin esperanza.

¡Qué terrible estado! ¿Quién le iba a regresar su fortuna? ¿Quién iba a restaurar a sus empleados? ¿Quién iba a resucitar a sus hijos? Nadie. ¿A quién le podía pedir ayuda? ¿Con quién podía ir a quejarse? ¿En qué oficina o dependencia del gobierno le iban a poder auxiliar?

No, Job estaba solo plenamente solo.

¿Alguna vez te has sentido así? ¿Te has enfrentado, cara a cara, con la pérdida? ¿Has palpado la fría mano de la muerte y sentido el aliento putrefacto de la tumba? ¿Has sido víctima de una traición? ¿Mártir del engaño? ¿O perjudicado por la mentira? ¿Has sido el objeto de burla, fraude, estafa, amenaza o intimidación? ¿Has oido la palabra más triste del mundo: “adios”, y mirado, entre lagrimas, mientras a quien amas se aleja de ti? ¿Te has sentido solo, abandonado, desamparado o desabrigado? Estas en buena compañía.

Job puede decirte lo que se siente estar en esas situaciones. Job sabe lo que se siente ver morir lo que más amas. Job se relaciona muy bien contigo y Job descubrió una verdad, un fundamento de la vida sobre el cual reedificar lo que se ha caído.

En medio de esa desesperada situación, Job dice algunas de las palabras mas alentadoras de toda la Biblia.

“Job, ¿te vas a quejar?” “No”

“¿Nos vas a contar tus penas y tus tristezas?” “No”

“Seguramente, nos vas a decir lo difícil que es ser Job. Lo verdaderamente dura que es tu vida y como quisieras ser cualquier otra persona, ¿verdad?” “No, no, no.”

“Entonces, ¿qué vas a decir, Job? Nos vas a enseñar las demandas que has presentado en contra de los que te lastimaron? ¿Nos vas a contar cómo vas a tener la venganza contra tus enemigos? ¿Nos vas a presumir cómo humillaste a los que te humillaron?” “Hehe. No.”

Ahí está Job, sentado en tierra, con cenizas en su cabeza, vestido de costales, con el pelo rapado. Las lagrimas han manchado sus mejillas y su voz está ronca por tanto llorar, pero se le alcanza oír decir en un tono reposado y calmado…

“Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.”

“¡Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito!”

“¡Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito!”

“Jehová dio.” Esas dos palabras resuenan en la conciencia de Job. Él nunca negó que todos sus bienes, sus riquezas, sus fortunas hayan venido de Dios. Dios le había dado las manos para trabajar desde un principio. Con la fuerza que Dios le dio, Job empezó poco a poco a salir adelante. A veces las cosas se ponían difíciles. A veces no había para lujos, pero Jehová daba y Jehová daba y a Job nunca le faltó lo necesario.

Job recuerda cuándo contrató a su primer empleado. Recuerda su nombre, su cara. Recuerda cómo Dios puso a esa persona en su vida para ayudarle. Qué bendición tener un compañero para lograr todo el trabajo. Poco a poco, año tras año, Jehová daba más y más – más ovejas, más camellos, más asnas, más empleados para cuidarlas. Todo venía de Jehová. “Jehová dio.” “Jehová dio.”

Un día Job se da cuenta de algo impresionante – llegó a ser rico. Nunca se aferro a serlo. No era su meta principal. Job simplemente quería proveer por su familia y darle sustento a sus empleados. ¡Qué asombro! “¡Wow! Jehová es bueno. Me ha dado todo lo que tengo. Me ha dado fuerzas, me ha dado un intelecto, me ha dado conocimiento. Gracias Dios. “¡Jehová dio!” “Jehová dio!

La mente de job regresa a esos momentos – los instantes y ocaciones más alegres de su vida: cargando por primera ves a esos bebés, sus hijos e hijas. Mirándoles a los ojos de esas criaturas – absolutamente asombrado de lo que Dios había hecho.

¡Qué feliz momento! Cuando nace un niño, nada se compara con la emoción de oírlo llorar por primera ves. Por nueve meses en el vientre, sintiendo las pataditas, de ves en cuando, el hipo – figurándose cómo será su carita, si será niño o niña. Largas pláticas sobre qué ponerle: “Si es niño, le pondremos Job, si es niña, Rebeca.”

Diez veces Job vivió esas emociones. Diez veces Jehová dio. Diez bendiciones. Diez regalos del cielo. Diez vocecitas que le decían “papi”.

“¡Gracias Dios, por mis hijos!” Oraba Job. Cada día ofrecía sacrificios por ellos. Cada día daba gracias a Dios por esas vidas.

Job sabía de quién vinieron esos hijos y Job sabía, en verdad de quien eran esas vidas. “Jehová dio.” “Jehová dio.”

Si Job estuviera aquí hoy, diría "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”

Diría: “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan.”

Es verdad: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”

“Jehová dio.” “Jehová dio.” “Jehová dio.”

Pero Job no se detiene ahí. “Y Jehová quitó.” Es fácil decir “amén” cuando Job dice “Jehová dio.” Pero cuando Job dice “y Jehová quitó”, no es tan agradable.

Satanás viene delate de Jehová y le dice: “Job te adora porque eres bueno con él. Lo proteges y lo guardas. Le provees y le suples. Pero si le quitas lo que le has dado, verás como te maldice.”

El Diablo quería ver cómo Job cometería blasfemia. Se saboreaba la satisfacción de robarle a Dios a uno de sus adoradores devotos. Se imaginaba cómo sería el día que lograra que Job maldijera a Dios y estaba seguro que ese día llegaría si Jehová le quitara todo lo que le había dado.

“Seguramente, si el hombre pierde lo que tanto le costó adquirir – si se queda pobre, solo, triste y abandonado, perderá su fe. Se dará cuenta de que Dios es una mentira. Dará la espalda a la Palabra de Dios, ya no creerá que Dios le ama, que lo cuida y que le bendice.”

“Si Job lo pierde todo, perderá su confianza en Dios. Buscará ayuda en otra parte. Ya no será tan justo. Ya no aborrecerá el pecado. Cederá a la tentación y será mío.”

Pero Satanás no contaba con que Job tuviera tan presente la primera parte de su declaración: “Sí, Jehová quitó, pero quitó lo que primero dio. Y si pudo dar una ves, y quitar, puede volver a dar.”

Job está diciendo: “El que da, ¿no tiene el derecho de quitar? ¡Claro que sí! Jehová dio Y Jehová quitó. Es el Dios que da Y el Dios que quita. El que con amor dio, con amor quitó. Dios no es Dios solo cuando da, es Dios también cuando quita. No es bueno solo cuando da. Es bueno también cuando quita. Dios no solo es digno de mi alabanza cuando da. Dios es digno de mi alabanza cuando quita.

Job, “¿Te gusta que Jehová quitó?”  “¡No! Pero no voy a perder mi fe en Dios cuando Dios me quite lo que me dio. Porque perder mi fe cuando Jehová quita es perder mi esperanza que Jehová dará.

Job está diciendo: “¿Qué, Jehová no puede hacer lo que a él le parezca bien con lo que es suyo? Si creo que “de Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan”, entonces debo estar dispuesto a que Él lo de cuando le parezca bien dar y quitar cuando le parezca bien quitar.”

Job está diciendo: “Si toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, entonces cuando Jehová quita, lo que dio regresa a esas mismas alturas. Y si en el Padre de las luces, no hay mudanza, ni sombra de variación, eso quiere decir que Él es el mismo Dios amoroso y misericordioso cuando las cosas descienden de lo alto que cuando Él se los vuelve a llevar.”

“¿Quién soy yo y que derecho tengo de decirle a Dios que hacer con lo que es suyo? A mí me toca disfrutar lo que me da mientras me lo permita y rendirle honor por lo que me ha dado cuando me lo quite.”

¡Qué manera más segura de vivir! Job no dijo: “Jehová dio, y los sabeos mataron a filo de espada.” No dijo: “Jehová dio y los caldeos robaron.” Job no desarrollo un complejo de inferioridad. No se hizo el víctima. Job levantó las manos al cielo y adoró al Dios que da y al Dios que quita. Porque ese es el mismo Dios. Es bueno en las buenas y es bueno en las malas.

Job dice: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá.” Está diciendo: “termino con lo mismo con lo que empecé: nada. No soy mas pobre hoy, que el día en que nací. Polvo fui y polvo seré, en polvo me sentaré. ¿Por qué quejarme y lamentar y culpar a Dios por haberme quitado lo que me dio?”

“¿No te duele Job?” “Oh, me duele mucho.”
“¿No extrañas a tus hijos?” “¡Qué pregunta! ¡Claro que sí!”
“¿No quisieras que no te hubiera pasado?” “¡No cambiaría de lugar con nadie en el mundo!”
“¿Por qué Job?” “Porque mi integridad no está ligada a mis circunstancias. Si Dios es el mismo Dios en las buenas y en las malas, Él merece mi adoración en las buenas y en las malas.”

“Estoy dispuesto a humillarme delante de Dios.” Job diría con el salmista: “¡Bueno me es haber sido humillado!”

“¿Cómo Job? ¿Cómo puedes decir estas cosas y actuar de ésta manera?” “Porque he conocido a Dios. Nunca estarás mas cerca a Dios que cuando Jehová quita, y permaneces fiel a Él.”

“Fácil es cantar cuando reina la paz, pero en el dolor es mejor cantar. Mi integridad a Dios ha sido probada, y sigo fiel,” dice Job. “Soy fiel a Dios, porque Dios es fiel. Si Él no me deja ni me desampara, ¿porqué he de dejarlo a Él.”

“Si,” dice Job, “Jehová dio, Y Jehová también quitó, sea el nombre de Jehová bendito. Ese nombre que sobre todo nombre.” Job dice: “Es mi Redentor y yo sé que él vive, Y al fin se levantará sobre este polvo sobre el cual estoy sentado; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.

El da y el quita, y yo reconozco que él tiene el derecho de hacerlo en mi vida. Si algo me dio, no lo merecí y si algo quitó es porque me sobraba. Bendito sea ese nombre sobre todo nombre. Nunca jamas me atreveré a dudar de ese nombre bendito – ese nombre que ángeles adoran, ese nombre que los escribas reverencian, ese nombre que la creación alaba.

No tomaré ese nombre en vano porque torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado. Santificado sea tu nombre, pues no hay otro nombre bajo el cielo en que podamos ser salvos.

Ese nombre es bendito cuando da, y es bendito cuanto quita. Él es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Al oír ese nombre, que se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra.

El es Jehová-Rohí – mi Pastor
El es Jehová-Sabaot – el Dios de los Ejércitos
El es Jehová-Shalom – el Dios de paz
El es Jehová-Shammah – mi Compañero
Él es Jehová-Tsidkenu – mi Justicia
El es Jehová-Jiré – mi Dador
El es Jehová-Rofe – mi Sanador
El es Jehova-Nisi – mi Bandera
El es Jehová-Mekaddesh – mi Santificador
El es Jehová-Melek – mi Rey
El es Jehová-Gmola – el Galardonador
El es Johová-Meguinna – mi escudo, mi protector
El es Jehová-Sela – mi Roca
El es Jehová-Makjse – mi Esperanza
El es Jehová-Kjail – mi Fortaleza
El es El Elyón – el Dios Altissimo
El es El Elohe – el Dios de Israel
El es El Eloam – el Dios eterno
El es El Roi – el Dios que me ve
El es Elohim – El Dios Creador
El es El Kanno – el Dios celoso
El es El Hakadosh – el Dios Santo
El es Elshadai – el Dios Proveedor

¡Sea el nombre de Jehová bendito!
El dio. ¡Sea el nombre de Jehová bendito!
El quitó. ¡Sea el nombre de Jehová bendito!
Me siento bendecido. ¡Sea el nombre de Jehová bendito!
Me siento inseguro. ¡Sea el nombre de Jehová bendito!
Las cosas van bien. ¡Sea el nombre de Jehová bendito!
Las cosas van mal. ¡Sea el nombre de Jehová bendito!
Estoy contento. ¡Sea el nombre de Jehová bendito!
Estoy triste. ¡Sea el nombre de Jehová bendito!

Yo sé que es muy fácil Cuando estés en la montaña
Que tú sientas la paz Que sólo Cristo da
Más cuando cambien las cosas Y tú estés en el valle
Ahí tú sabrás Que tú solo no estás

Nunca pierdas la fe Cuando estés en la montaña
Pues, no será fácil Cuando en la noche estés
Más cuando estés en el valle En pruebas y tentaciones
Ahí tú sabrás Que tú solo no estás

El Dios de la montaña Es el Dios de los valles
Si algo anda mal Lo cambia a bien
El Dios de buenos tiempos Es el Dios de los malos
El Dios del día es de la noche también.

La dignidad de Dios de ser bendito no depende de mis circunstancias. No depende de lo que yo tenga o no tenga. No depende de como me vaya a mí, ni de cómo yo me sienta en dado momento.

Él siempre es digno de honra y gloria y alabanza y honor porque él es el mismo Dios en las tinieblas y en la luz.

En todo esto, en sus pérdidas y aflicciones, en sus infortunios y calamidades, Job no pecó, ni atribuyó a Dios despropósito alguno. ¡No le echó la culpa a Dios! ¡No se amargó contra Dios! ¡No le dio la espalda a Dios! Permaneció fiel. Permaneció constante. Permaneció íntegro y, mi hermano, si Job pudo, tu también puedes. Tú nunca has perdido todo lo que Job perdió. Nunca has sufrido al nivel del sufrimiento de Job. Y si Job pudo pasar por todo lo que pasó sin pecar, tú también puedes.

Dale a Dios la bendición de ser tu Dios en las buenas y en las malas. Sírvele con la misma intensidad cuando las cosas están a tu favor y cuando todo está en tu contra. Llora cuando es tiempo de llorar, pero anda y llora, llora y anda. No te detengas aun cuando el obstáculo parece ser imposible. No tires la toalla cuando el enemigo logre tumbarte. ¡Levántate! Levanta tus ojos al Cielo, preséntate confiadamente delante del trono de la gracia y alza tu voz de adoración al Dios que da y que quita.

Dios vio la fidelidad de Job. Satanás no logró su objetivo. No pudo cambiar a Job. Ni cuándo tocó su cuerpo con la enfermedad. Ni cuando su esposa le dijo: maldice a Dios y muérete. Ni cuando sus tres supuestos amigos llegaron a juzgarlo y criticarlo. Y en el tiempo apropiado, el Dios que dio y el Dios que quito volvió a dar y dio más de lo que había quitado y restauro a Job a un lugar de bendición y de provisión. ¿Por qué? ¿Porque Job se lo merecía? ¡NO! ¡Porque Dios es bueno! ¡Dios siempre es bueno y no lo dudes ni por un instante!

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