Introducción
El sermón del Pastor Jonathan Ashcraft, basado en Hechos 4:31-33, revela tres ingredientes esenciales para el crecimiento de la Iglesia. A pesar de las limitaciones y desafíos que enfrentaba la Iglesia primitiva, su éxito se debió a tres pensamientos fundamentales que debemos incorporar en nuestra vida eclesiástica hoy en día.
La Iglesia Ardiente
La Iglesia primitiva ardía con pasión por Cristo y su mensaje, y esta pasión esencialmente se manifestaba a través de:
1. La Oración Constante
La oración era el fundamento de su crecimiento y éxito espiritual. Se describe una reunión de oración de diez días, y tanto hombres como mujeres oraban unánimemente. Esto les llevó a ser llenos del Espíritu Santo y a orar con una fe intrépida que los hizo valientes. Los edificios incluso se estremecieron debido a la ferviente oración de la iglesia.
La iglesia que no está orando está jugando: Sin oración, la iglesia carece de dirección y poder divino.
La iglesia es impotente sin oración: Los esfuerzos humanos son inútiles sin la base de la oración ferviente.
2. La Iglesia Amorosa
El amor era el pegamento que mantenía unida a esta iglesia, permitiendo:
El Servicio y la Generosidad
El amor les capacitaba para compartir con otros y dar a los necesitados. A través del amor, eran capaces de superar sus diferencias y unirse en comunidad. Este tipo de amor trajo consigo un avivamiento, cambiando sus prioridades y valorando más las cosas del cielo que las posesiones terrenales.
La Iglesia Testificante
La Iglesia primitiva no solo guardaba el Evangelio para sí misma, sino que lo compartía audazmente, respaldado por acciones poderosas, debido a:
3. La Predicación del Evangelio
Hablaban con valentía la palabra de Dios y los apóstoles daban testimonio con gran poder. Recordaron la Gran Comisión de Jesús y el llamado a ser testigos en todo el mundo. Todos estaban comprometidos en llevar el evangelio a otros.
Conclusión
Estos tres ingredientes, la oración constante, el amor que lleva al servicio y la predicación audaz del Evangelio, son esenciales para el crecimiento y el éxito de la Iglesia en cualquier época. Siguiendo el ejemplo de la Iglesia primitiva, podemos continuar extendiendo el mensaje de esperanza y salvación a todos los rincones del mundo. Con oración, amor y testimonio, podemos transformar vidas y ser instrumentos de cambio en nuestro tiempo, tal como lo hicieron aquellos primeros creyentes.