No Aptos Para la Batalla
Pastor Antonio Gómez
Un llamado a la reflexión sobre nuestra preparación espiritual
La vida cristiana es una batalla constante. Nos enfrentamos a enemigos poderosos: el mundo, la carne y el diablo. Sin embargo, la pregunta crucial es: ¿estamos aptos para la batalla?
La realidad de la guerra espiritual
La Biblia nos recuerda en Deuteronomio 20:1-8 que cuando Israel salía a la guerra, Dios mismo les daba instrucciones sobre quiénes debían regresar a casa y quiénes debían enfrentar la batalla. La clave estaba en la disposición del corazón y en la entrega total a la causa del Señor.
“Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está contigo.” (Deuteronomio 20:1)
No estamos solos en esta lucha. La victoria no depende de nuestras habilidades, sino de la presencia y poder de Dios en nosotros.
¿Quiénes no son aptos para la batalla?
Dios estableció criterios claros sobre aquellos que no debían entrar en combate. Es importante examinar si alguna de estas condiciones nos descalifica para servir al Señor con plenitud.
1. Los distraídos por sus posesiones
“¿Quién ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado? Vaya y vuélvase a su casa.” (Deuteronomio 20:5)
No es malo tener posesiones, pero si nuestro corazón está más enfocado en lo material que en el servicio a Dios, perdemos la efectividad en la batalla espiritual. ¿Qué ocupa tu mente más: la obra de Dios o tus preocupaciones terrenales?
2. Los que no han dado fruto
“¿Quién ha plantado viña y no ha disfrutado de ella? Vaya y vuélvase a su casa.” (Deuteronomio 20:6)
Un cristiano que no ha producido fruto en su vida difícilmente será útil en la batalla. Si no hemos impactado a otros con el evangelio, si no hemos visto fruto en nuestro servicio, ¿cómo podremos ser efectivos en la guerra espiritual?
3. Los que tienen compromisos sin cumplir
“¿Quién se ha casado y no la ha tomado? Vaya y vuélvase a su casa.” (Deuteronomio 20:7)
Las obligaciones no cumplidas pueden convertirse en obstáculos para el servicio. Si nuestras responsabilidades personales nos impiden entregarnos de lleno a Dios, podríamos estar fuera de la batalla antes de empezarla.
4. Los cobardes y desanimados
“¿Quién es hombre medroso o pusilánime? Vaya y vuélvase a su casa y no apoque el corazón de sus hermanos.”(Deuteronomio 20:8)
El miedo y la falta de ánimo contagian a otros. Dios busca soldados valientes, no aquellos que con su temor desmotivan al resto del ejército.
La clave de nuestra fortaleza
A pesar de que enfrentamos un enemigo poderoso y numeroso, la Escritura nos da la seguridad de que “Jehová vuestro Dios va con vosotros para pelear por vosotros contra vuestros enemigos y salvaros” (Deuteronomio 20:4). Nuestra confianza no debe estar en nuestras capacidades, sino en el poder de Dios.
Como dice el Salmo 20:7: “Algunos confían en carros y otros en caballos, pero nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios.”
¿Estás listo para la batalla?
La batalla ya está en curso. La pregunta no es si habrá lucha, sino si estamos preparados para pelearla. Necesitamos corazones valientes, comprometidos y enfocados en el Señor. Examina tu vida y pregúntate: ¿soy apto para la batalla?
Si has identificado que alguna de estas áreas te está descalificando, es momento de rendirte ante Dios, pedirle fortaleza y disposición para servirle sin reservas. No hay victoria sin lucha, y no hay lucha sin soldados dispuestos.
Que podamos decir como Gedeón y sus 300 hombres: “Cansados, pero todavía persiguiendo” (Jueces 8:4).
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