Firmes en nuestro andar
1. Un encuentro fuera de lo común
El texto dice que Jesús decidió pasar por Samaria, algo completamente inusual. Los judíos y samaritanos no se llevaban bien; de hecho, no se trataban entre sí. Pero Jesús, siendo judío, no solo pasó por Samaria, sino que también se detuvo y habló con una mujer samaritana junto al pozo de Jacob. Esto fue algo extraordinario.
Quiero que notemos algo: Jesús hizo un esfuerzo consciente para encontrarse con alguien que lo necesitaba. No era un día en el que Jesús hizo milagros extraordinarios como caminar sobre el agua o resucitar a un muerto. Pero en este encuentro aparentemente ordinario, sucedió algo extraordinario: una vida fue transformada.
Amar a la gente requiere esfuerzo. A veces, debemos salirnos de nuestra rutina, de lo cómodo y de lo aceptado, para mostrar compasión. La gente nota cuando hacemos esto. Cuando ven que realmente nos preocupamos por ellos, que estamos dispuestos a ir más allá de lo normal, saben que somos diferentes.
2. Jesús, el modelo de compasión
Jesús no vino a exigir ni a imponer. Él vino a servir. Mientras que las religiones del mundo piden que hagamos algo para alcanzar la salvación, Jesús nos dice: "Yo ya lo hice todo por ti." Qué contraste, ¿verdad? Y ese debe ser nuestro ejemplo: servir con amor y compasión.
Pablo nos recuerda en 1 Corintios 13 que si hacemos grandes cosas pero no tenemos amor, nada somos. Puedes hablar en lenguas, profetizar, entender misterios, o incluso dar tus bienes a los pobres, pero si no hay amor, no sirve de nada. Amar a la gente abre puertas para compartir el evangelio. Es el amor lo que hace la diferencia.
Jesús mostró ese amor al interactuar con la mujer samaritana. A pesar de las diferencias culturales y sociales, Él le habló con ternura y le ofreció lo que realmente necesitaba: el agua de vida.
3. Abriendo oportunidades para compartir el Evangelio
Algo que debemos aprender de este pasaje es cómo Jesús aprovechó una conversación común para hablar de cosas eternas. Todo comenzó con algo sencillo: "Dame de beber." A partir de ahí, Jesús dirigió la conversación hacia lo espiritual, ofreciéndole agua viva que salta para vida eterna.
Quiero decirles algo: no necesitas ser un teólogo ni tener todas las respuestas para compartir el evangelio. Lo único que necesitas es contar lo que Jesús ha hecho por ti. Muchas veces, un inicio de conversación puede abrir una puerta. Puedes empezar con algo tan cotidiano como: "¿Crees que va a llover hoy?" y dirigirlo hacia lo espiritual. El evangelio es sencillo: Dios te ama, murió por ti, y si crees en Él, puedes ser salvo.
4. Comunicando el evangelio de forma personal
Jesús nunca tuvo el mismo encuentro dos veces. Cada conversación que tuvo con las personas fue única, adaptada a sus necesidades y circunstancias. Con la mujer samaritana, usó el agua como punto de partida porque eso era lo que ella estaba buscando. Pero Jesús no solo habló de su necesidad temporal; le mostró que lo que Él ofrecía era eterno y mejor.
Dios hace lo mismo con nosotros. Usa nuestras necesidades terrenales para recordarnos de nuestras necesidades eternas. Cada encuentro que tienes con alguien puede ser una oportunidad divina para compartir el evangelio. Muchas veces, Dios pone a personas necesitadas en tu camino. ¿Te has sentido alguna vez impulsado a hablarle de Cristo a alguien? Ese es el Espíritu Santo guiándote.
5. Llevando las cargas de otros
Jesús también se dirigió al sufrimiento de esta mujer. Le pidió que llamara a su marido, sabiendo que había tenido cinco maridos y que el hombre con quien vivía no era su esposo. ¿Por qué lo hizo? No para condenarla, sino para demostrarle que Él conocía su vida y, a pesar de todo, la amaba.
Es importante entender esto: Jesús nos ofrece salvación y perdón sabiendo exactamente quiénes somos y lo que hemos hecho. No tienes que arreglar tu vida antes de venir a Él. Él te ama tal como eres, y Su gracia es más grande que cualquier pecado que hayas cometido. Como dice Juan 1:16, de Su plenitud tomamos todos, y "gracia sobre gracia." La gracia de Dios es como las olas del mar: una tras otra, cubriéndolo todo.
6. Llamados a ganar almas
Esta mujer, después de encontrarse con Jesús, corrió a su pueblo y le dijo a todos: "Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Cristo?" Ella se convirtió en ganadora de almas el mismo día que conoció al Salvador.
Quiero animarte a que hagas lo mismo. Tú puedes compartir el evangelio con otros. No necesitas folletos ni planes elaborados. Tú eres el folleto, la Biblia viviente que la gente leerá. Dios quiere usarte, incluso en tu imperfección, para cumplir Su propósito perfecto.
7. Andar como Jesús
Un cristiano firme y fuerte es constante en compartir el evangelio y en vivir como Cristo. Es alguien que demuestra compasión, que comunica el evangelio con amor y que está dispuesto a llevar las cargas de otros.
Quiero terminar con esto: Dios puede usar tus necesidades y tus circunstancias para hacer algo eterno en tu vida y en la vida de los demás. Si hoy tienes sed, ven a Jesús. Él ofrece el agua de vida. Si conoces a alguien que necesita escuchar este mensaje, sé como Jesús y habla con esa persona. Nunca subestimes lo que Dios puede hacer a través de un encuentro ordinario.
Cierra tus ojos e inclina tu rostro. Piensa en alguien que necesite escuchar del amor de Cristo. Pídele a Dios que te use para llevar Su mensaje y Su compasión a ese corazón necesitado. Amén.