2 TIMOTEO 2:1-3
La introducción de este sermón puede ser de igual importancia que el sermón mismo, porque si no se toma en cuenta lo que voy a decir en la introducción, podria perderse la verdad que estoy tratando de comunicar.
Voy a usar una expresión que podría ser malentendida sin una explicación. Cuando comience el sermón, Ud. sabrá a qué expresión me refiero. La usaré unas 42 veces. Quiero que entienda dos cosas acerca del uso de ese término.
Primero, que tengo el máximo respeto y admiración para los hombres y las mujeres que sirven a la patria en las fuerzas armadas. No presumo tener la medida de dedicación y valor que ellos demuestran cuando cada día se exponen al peligro que acompaña el cumplimiento de su deber.
Segundo, cuando uso esta expresión, aunque estoy hablando en primera persona, incluyo a todos los hombres y las mujeres cristianos que dedican sus vidas a servir a Dios, no sólo a mi persona. Entonces, con eso en mente, comencemos.
Treinta y cinco veces en la Biblia se encuentra la palabra “soldado”. Es palabra única. Describe a una sola clase de individuo: el que pelea, lucha, protege defiende. Sugiere muchas cosas. Sugiere valentía, fuerza, determinación, dedicación al deber, auto olvido, desinterés personal.
Pablo le dice a Timoteo que sufra penalidades - y luego le dice cómo hacerlo: como buen soldado de Jesucristo. Pablo comparó a Timoteo a un soldado. Creo que no sería incorrecto suponer que la vida del cristiano que sirve a Dios se compara con la de soldado que sirve a su nación. Todos estamos involucrados en un conflicto. Todos somos soldados. Lo que voy a decir en este mensaje, aunque hago referencia a mí mismo, podría decirse acerca de cualquier cristiano que en verdad tiene deseo de ser usado por Dios.
Soy soldado. No todo mundo puede ser soldado. Se necesita un conjunto de habilidades únicas que tienen muy poca relación con el mundo a parte de la guerra. El soldado es entrenado para una sola cosa: luchar, pero no solo para luchar, sino para triunfar. En la guerra, perder no es opción. Es triunfar o morir. Es seguir luchando hasta obtener la victoria, o hasta terminar la vida y no poder luchar. No hay premios para segundo lugar. No hay medallas de plata ni de bronce.
Soy soldado. No soy general.
Soy soldado. No soy capitán.
Soy soldado. No soy ni teniente ni sargento.
Soy soldado. Estoy bajo la autoridad de otro. No me mando solo.
Obedezco órdenes porque soy soldado.
Obedezco órdenes que no entiendo porque yo no soy general.
Soy soldado. Obedezco órdenes que no entiendo porque conozco a mi Comandante en Jefe. Él nunca ha perdido una batalla.
Sus órdenes, aunque no siempre las entiendo, siempre producen el resultado deseado: triunfo. Mi comandante en jefe nunca me ha dado órdenes que no puedo realizar. Él sabe de qué soy y no soy capaz. Confío en mi comandante. Mi comandante tiene una sola meta: victoria.
Soy soldado. No soy héroe. Pero pertenezco a un ejército lleno héroes, pasados y presentes. Mis compañeros también son soldados. Marcho al compás que ha establecido mi Comandante en Jefe. Al mismo tiempo que luchamos, nos cuidamos el uno al otro. Defiendo a mis compañeros y ellos me defienden a mí. Nos entrenamos juntos. Si mi compañero cae en la batalla, no lo dejo en el campo. Lo levanto. Atiendo sus heridas. Cuido su espalda. Le consigo ayuda.
Soy soldado. No juzgo ni tengo por cobarde al soldado caído. No lo critico. Intercedo por él con mi comandante para que lo levante.
Soy soldado. No soy víctima. Soy atacado, herido, lastimado. Eso se espera. Es parte de la descripción de la vida del soldado.
No nos sorprenden los ataques del enemigo.
Soy soldado. No me detengo a quejarme. La batalla es demasiado importante como para parar a sentir lástima de mí mismo.
Soy soldado. He sido enviado a luchar, no a chillar. Recibo golpes, me levanto, y sigo luchando porque soy soldado. Me canso, mas todavía persigo.
Soy soldado. Una de mis responsabilidades es reclutar más soldados. Perdemos elementos, buenos hombres, mujeres valientes, somos soldados pero somos mortales. Las tropas tienen que reabastecerse. Invito a otros a unirse al ejército porque la batalla es digna de ser peleada. Esta es la parte más agradable de todos mis deberes. Algunos lo llaman ganar almas.
Soy soldado. Peleo, pero no por mí mismo. Peleo por otros. Mi lucha no es defensiva sino ofensiva. Pero mi lucha no es con carne y sangre sino con huestes espirituales de maldad en las regiiones celestes.
Soy soldado. Tengo armas. La espada del Espíritu es mi arma principal. Las armas de mi milicia no son carnales, sino espirituales, y poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.
Soy soldado. Mi Comandante me ha dado armadura para protegerme. Me manda ponerme toda la armadura. Si falta una sola pieza, estoy expuesto al ataque del enemigo. No toda la armadura es cómoda, pero es necesaria.
Soy soldado. Temo pero no soy cobarde. Mi comandante no me ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y dominio propio. No temo por mí mismo. Sé que la victoria final ya se ha asegurado. Temo por los que no conocen a mi Comandante en Jefe.
Soy soldado. Sufro penalidades. Experimento dificultades y pérdidas. Un soldado no espera vivir en lujo y comodidad. La incomodidad es parte de estar en el campo de batalla. Mi Comandante en Jefe no tenía dónde recostar su cabeza, y ¿yo voy a esperar comodidades?
Soy soldado voluntario. Nadie me obligó. Nadie me forzó. Me uní a este ejército porque creo en la causa por la que se está peleando. Es una causa digna de dar mi vida por ella.
Soy soldado. La batalla no es mía. Por eso mi Comandante provee mis necesidades. No me falta nada. No tengo lujos, pero en el campo de batalla los lujos serían un estorbo. Tengo todo lo que necesito. Mi Comandante suple todo lo que me falta. ¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas?
Soy soldado. Tengo uniforme. Yo no lo escogí. Me lo escogió mi Comandante. Mi uniforme me identifica como soldado. Mi uniforme es importante porque me distingue del ejército enemigo. Mi uniforme me identifica con los otros soldados de mi ejército. Mi uniforme incluye más que ropa. Incluye mi apariencia personal. Mi corte de pelo es parte de mi uniforme porque me distingue de las mujeres y de los que no son hombres.
Soy soldado. Mi uniforme no siempre es cómodo. No es muy atractivo. No está de acuerdo con las modas modernas. Pero es práctico. No cambia de generación en generación. Mis antecedentes usaban este uniforme, y si es adecuado para ellos, es adecuado para mí.
Soy soldado. Mi comportamiento debe reflejar la mentalidad, el compromiso y la perspectiva de un soldado. Debo portarme varonilmente. Debo ser cortés. Debo ser respetuoso. Debo imitar el comportamiento de mi Comandante en Jefe. Se me ha mandado ser imitador de mi Comandante en Jefe.
Soy soldado. Algunos me critican. Me llaman bélico. Me acusan de agresivo. Critican mis métodos. Está bien, porque no son
MIS métodos. Son los métodos que ha escogido mi Comandante. Así como mi uniforme, son los métodos que usaban mis antecedentes. Mi padre también fue soldado. Él usaba estos métodos, y si fueron buenos para él, son buenos para mí. ¿Por qué cambiar algo si está funcionando?
Soy soldado. Los elementos no siempre son favorables. Pero sigo luchando a tiempo y fuera de tiempo. La batalla tiene que pelearse en calor y frio, en lluvia y sequía, en sol y en sombra. No me detengo porque las condiciones son contrarias. El enemigo no para SU campaña por la lluvia o el calor o el frío. ¿Por qué YO debo parar siendo que MI lucha es legítima?
Soy soldado. Estoy acostumbrado a la soledad. En la vida del soldado, no siempre está en casa cada noche. El campo de batalla a veces está lejos de casa y familia. A veces hay que viajar largas distancias para llegar al campo a que mi Comandante me manda a ir. Está bien. Soy soldado. A veces las noches son largas. Extraño casa y familia. Pero ellos tienen que entender que el soldado no escoge su campo. Lo escoge el Comandante. Hay que obedecer al Comandante. Soy soldado.
Soy soldado. No gano mucho dinero. No acumulo mucho de los bienes de este mundo. El soldado lucha no para ser remunerado, sino para ganar la batalla. Lo importante para el soldado no es cuánto gana, sino a cuántos gana.
Soy soldado. Tengo un manual. Fue escrito por mi Comandante. Es un libro perfecto. Cuando sigo sus principios, tengo victoria.
Está lleno de instrucciones que me ayudan a formar una estrategia que garantiza mi triunfo. Lo leo todos los días. Cada vez que
lo leo descubro algo que no había visto. Es un libro vivo.
Soy soldado. Tengo bandera. Su bandera sobre mí es el amor. Una diferencia entre mi ejército y los demás ejércitos es que el arma principal que usamos es el amor.
Soy soldado. Llevo carga. La carga de campo a veces se hace pesada. Me canso pero todavía persigo. Sólo cargo lo que sea necesario para sobrevivir en el campo. Me despojo de todo peso que me asedia. Dejo atrás las cosas que podrían detenerme de llegar a donde mi Comandante me ha enviado.
Soy soldado. Los lugares a donde me manda mi Comandante no siempre son agradables o atractivos. A veces me manda a territorio hostil, inhóspito. No siempre soy bien recibido.
Soy soldado. Poca gente entiende de qué se trata la vida del soldado. Soy para ellos sólo un mal necesario. No saben que estoy allí para el bienestar de ellos. No soy reconocido ni agradecido como es debido. Pero está bien. El único reconocimiento que necesito es el de mi Comandante. Él conoce mi corazón. Él bien sabe por qué hago lo que hago. Espero un día escuchar de Él las palabras: “Bien, buen siervo y fiel.”
Soy soldado. Tengo un enemigo. Es inmisericorde. No perdona. Aprovecha cualquier oportunidad para atacarme. Prefiere lastimarme que matarme porque sabe que un soldado lastimado, ofendido, hace más daño a la causa de mi Comandante que un soldado muerto. Tengo que estar firme en el día malo, el día que el enemigo lanza un ataque especialmente agresivo. Tengo que estar firme, y habiendo acabado todo, tengo que estar, pues, firme.
Soy soldado. No estoy solamente para defenderme de mi enemigo. Estoy para defender y advertir a los que no están armados de que MI enemigo es SU enemigo, y que deben ponerse bajo la protección de mi Comandante en Jefe, que es refugio, escudo
y baluarte.
Soy soldado. No puedo participar en muchas cosas en que paraticipa el que no es soldado. Porque todo aquel que lucha, de todo se ABSTIENE; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.
Soy soldado. Pertenezco a un ejército. Soy sólo un elemento en un gran ejército. Es un gran ejército porque es diferente a todos los demás ejércitos de toda la historia. Es diferente porque no es un ejército conquistador. Es un ejército libertador.
El Hijo de mi Comandante en Jefe dijo esto acerca de sí mismo:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar LIBERTAD A LOS CAUTIVOS,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
Este ejército sigue ese ejemplo. La obra principal de este ejército es ofrecer libertad a gente que ha sido esclavizado por el enemigo. El Hijo de mi Comandante es el que da libertad. Al que el HIjo libertare, será verdaderamente libre.
Soy soldado. He peleado al lado de unos soldados que sí son héroes, hombres valientes, hombres de integridad, hombres que no renunciaron cuando las cosas se ponían difíciles, que sufrieron grandes pérdidas, grandes dolores, pero rehusaron darse por vencidos. He tenido el privilegio de compartir el campo de batalla con los mejores, los más desinteresados, los más compasivos.
Soy soldado. Tuve una compañera que entendía perfectamente los sacrificios necesarios para estar casada con un soldado, que no se quejaba de las cientos de noches que pasó a solas, cuidando el hogar mientras Papi salia a la batalla. Cuando regresaba de la batalla, me recibía con brazos abiertos, vendaba mis heridas, y me animaba a regresar a la batalla.
Ella ya se ha ido con mi Comandante. Es SU comandante, también. Ella fue tanto soldada como cualquier otro que se ha puesto el uniforme. Pienso que cuando llegó con el Comandante, fue recibida como soldada. Se lo merecía.
Soy soldado. Un día pelearé mi última batalla, no poruqe me retire, porque de este ejército no hay retiro. Nosotros no somos de los que retroceden. Pero, un día bajaré mis armas por última vez. Seré unido a esa gran nube de testigos. Iré a donde está mi Comandante en Jefe, donde no habrá más batallas ni luchas. Donde el enemigo no puede entrar. Espero poder decir: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.”
Me pregunto: ¿quién tomará mi lugar? ¿Quién será ese joven que diga “yo me pondré el uniforme, yo sufriré penalidades, yo levantaré esas armas, yo pelearé la batalla, yo enfrentaré al enemigo, yo obedeceré las órdenes del Comandante en Jefe?
¿Quién será esa mujer que anime a su soldado esposo a seguir peleando, que se abstiene de quejarse de las duras pensas de ser esposa de un verdadero soldado?
Te invito a hacerte una pregunta, y luego a unirte a este ejército.
¿Soy yo soldado de Jesús, un siervo del Señor?
¿Y Temeré llevar la cruz, sufriendo por su amor?
Lucharon otros por la fe; ¿Cobarde yo he de ser?
Por mí Señor yo pelearé, confiando en SU poder.
Hay enemigos que enfrentar, ¿no es mío el deber?
Ser un amigo de la cruz, su obra defender.
Es menester que sea fiel, que nunca vuelva atrás,
Que siga siempre en pos de él; su gracia me dará